Así como los egipcios descubrieron la forma de utilizar el viento para navegar, Analía Castaño encontró en el clima un aliado indispensable para poder ganarse el pan. Cuando emigró de Cardona a la capital, trabajó por 15 años en tintorerías. Hoy, de regreso a su ciudad, junto con su tía María Inés decidieron poner un lavadero de ropa. “Animar” es uno de los miles de emprendimientos apoyados por el MIDES en todo el país.
Se había ido a trabajar a Montevideo 15 años atrás. Motivos personales la llevaron a volver a Cardona. Y tuvo que conseguir una actividad para subsistir mientras retomaba los estudios en el liceo nocturno. El lavado de ropa fue la salida. Así comenzó el camino de Analía y su lavadero.
Hoy, un pizarrón gastado anuncia a los transeúntes que circulan al costado de la ruta 12 que ahí hay un lavadero. El comercio está al costado de una casa, donde vive la propietaria que le alquila el espacio. Si bien tiempo atrás la pieza tuvo salida independiente, ahora está tapiado y para poder ingresar hay que pedir permiso. A menos que ya sea parte de la clientela habitual.
“Es un buen punto”, explica Analía sin dejar de sonreír. Es que el negocio está sobre la ruta y está a escasos metros de la vía que separa los pueblos de Cardona y Florencio Sánchez, lo que le da una amplia visibilidad. Ahí, junto con su tía María Inés, trabajan para los habitantes de la zona pero también para un hotel y los camioneros de paso que dejan la ropa para lavar y al regresar tras sus viajes, vuelven por sus prendas.
Si no fuera que el espacio aún no tiene salida independiente, se podría decir que el comercio abrió sus puertas el 28 de marzo de 2016. Pero antes de ese día, ambas mujeres ya tenían una pequeña clientela acumulada, producto de lavar y planchar para terceros tanto ropa como acolchados. María Inés poseía una secadora y eso las impulsó a ir a más.
El primer empujón lo tuvieron al poquito tiempo de abrir y vino producto de la casualidad: las tormentas de abril de ese año. Poco a poco fueron haciéndose conocidas en la zona. “Al principio cuesta pila, porque tenés que acostumbrar a la gente a que vos ofreces este servicio”, dice Analía mientras mira las máquinas de lavado. Ahora que están reformado el espacio y decidieron tomarse unos días, la clientela les pregunta cuando retoman. Analía comenta: “la verdad que le pegamos”.
Pero en su momento estas mujeres no lograban consolidarse. Hacían de todo para poder mantenerse. Así fue que hablando con una asistente social del club donde Analía manda a sus hijos, se enteró que el MIDES brinda apoyo a emprendimientos. Averiguó en la Oficina Territorial del ministerio en Cardona y ahí lograron comprarse una secadora industrial. Esto les permitió acceder a trabajos más grandes y estables, como por ejemplo en el rubro hotelería.
De hecho, pudieron sobrellevar muy bien los meses de verano, momento en el que baja la actividad producto del buen clima. Pero como contrapartida, supieron aprovechar la puesta a punto de las prendas de abrigo, que por su volumen cuestan más limpiar y que es mejor acondicionarlas en verano.
Ahora piensan en ampliar la oferta incorporando tintorería. Ese es el deseo de Analía que, a pesar de tener 15 años de experiencia en el sector, sabe que ese paso debe ser muy bien calculado. Pero como el espíritu emprendedor de estas mujeres no tiene límites, quizás en un tiempo se animen, otra vez, a dar el salto.