15 de January del 2017 a las 18:02 -
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Quizá la música sea el antídoto
Este   domingo   culmina el 10°  encuentro internacional  de  músicos Jazz a la calle, y que   deja algunas  cuestiones  para meditar.

(por Aldo Roque Difilippo) Este   domingo   culmina el 10°  encuentro internacional  de  músicos Jazz a la calle.  Un  evento que  en  cada  edición se ha superado  y que en el 2017  demostró que  el traspié del  año anterior,  donde  no  pudo realizarse  por  falta  de apoyo económico, fue  el  aliciente  para   hacerlo  crecer.  En las  calles mercedarias  y durante  el evento podemos encontrarnos  con   visitantes  de  las más  variadas regiones. No solamente los   músicos que vienen a   participar    en   los conciertos de Manzana 20, sino también   músicos que por cuenta propia llegan   con su instrumento a cuestas para participar de uno de los toques  callejeros,  o  simplemente para  estar.  El boca a boca ha sido la mejor propaganda entre  los artistas. Dialogando  con alguno  de ellos  es   el común  denominador  cuando les preguntamos  cómo se enteraron  del  festival.  Un amigo  me contó  que  estuvo, es la respuesta  repetida; y  eso  ha  llevado   a que   la  ciudad  de  Mercedes  en  esta semana  se sea  visitada  por  numerosas personas.

Pero más allá de los números, o de lo que pudiera o no repercutir en los ingresos económicos a la ciudad que en una semana ingrese un número de personas que no  es habitual, está el  otro  aspecto, que  quizá no  ha sido  debidamente  dimensionado: el social. Vivimos inmersos  en una  sociedad  que  mira para el costado,  acostumbrada al individualismo,  y  a  que las noticias  sean quién fue la nueva  víctima  de robo  o violencia. Recorrer los toques callejeros, presenciar los conciertos o  pasarse  la  madrugada entera  disfrutando  de las jam session que  se  organizan en el patio de Manzana 20 una  vez  culminado el espectáculo central, supone  ver imágenes  poco  habituales.  Niños jugando libremente, parejas de jóvenes sentados en el piso y a su lado  parejas  de personas mayores  en  sus  sillas playeras disfrutando de un mate, o una  bebida; y  con la  misma  mirada  de  satisfacción   por recibir ese espectáculo musical.  Y junto  a ellos  o  un poco más  allá  un grupo de jóvenes  tomando cerveza o vino  en caja,  con el mismo disfrute  que el de la señora  que toda atildada   está a su lado , y que en otras  circunstancias  opinaría  “la juventud  está  perdida” al verlos  beber y  reír.

El   Jazz a la calle ha generado ese ambiente donde todos conviven y se respetan. Donde la música es lo que los une y la diferencias entre unos y otros hacen a la riqueza de la reunión y no conspira contra ella.

Un dato no menor, en los toques callejeros, durante el espectáculo central en Manzana 20 y en la jam session no es necesaria la presencia policial, y no se ve tampoco ni un policía  recorriendo la  zona. Apenas algunos funcionarios de la organización con el cometido de cuidar lo imprescindible:  que todos puedan ver el espectáculo o que alguien en un descuido enganche un cable de la amplificación.

Tan  inútil es la  presencia  policial  en este evento que de las  10  ediciones  solamente  en  una  se  regitró  un robo  de  instrumentos, y fue un hecho menor  y rápidamente  aclarado. En  esta edición    una  persona  perdió  su  teléfono celular  y a los pocos minutos otra lo llevó  hasta  el escenario para que los presentadores alertaran  de la situación  y se lo  devolvieran.  Algo que en otras   circunstancias  no sería  así.

Mientras  esto ocurría,   varias  cuadras  hacia  el centro  de Mercedes se registraban  escenas  de violencia en un  partido  de  básquetbol. 

Quizá la música sea  al antídoto para  los problemas  que  atraviesa nuestra sociedad.

 

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