(por Aldo Roque Difilippo) Era flaco, canoso, fumaba y reía mucho. Todos sabían que era pianista aunque también tocó la guitarra, hizo teatro y siempre andaba con alguna idea rondándole en la cabeza. Casi todos lo conocían simplemente como Cacho, y algunos sabían que su nombre era Oscar Álvarez, como el modisto, una coincidencia que él festejaba.
Lo conocí cuando intenté algunos pininos en la guitarra, fallidos por mi falta de disciplina. No era un profesor convencional. Solía sentarse en el cordón de la vereda a fumar y conversar de música o de la vida. Por esos años militaba en el Partido Colorado. Después la vida y las circunstancias lo llevaron a incorporarse al Frente Amplio. Fue Presidente de ADEOMS (gremio de los trabajadores municipales) ya que por muchos años fue Profesor en el Conservatorio Municipal de Música.
Lo reencontré después, cuando intentamos la quijotada de juntar a todas las disciplinas artísticas en el grupo IDEAS (Integración DE Artistas Soriano), una empresa que duró algo más de una primavera y que nos rindió para varios dolores de cabeza, aunque él supo amenizarlo, mate o algún alcohol mediante, en interminables tertulias donde también terciaba su esposa, Nancy Fierro, Milka Muñiz, y quien esto escribe.
Nos separamos, nos volvimos a reencontrar, pero siempre con esa bonhomía del amigo que siempre supo ser.
Era casi una constante pasar por su casa y sentir los acordes de su piano en el que arremetía, a veces desenfrenado como si fuese la última interpretación de su vida.
Era común verlo en espectáculos de difícil rotulación donde se conjugaba la música, la poesía (casi siempre Sara, su señora recitando poemas o diciendo algún texto), la actuación, y hasta las artes plásticas. Quizá porque en el fondo Cacho buscaba eso, el encuentro entre los amigos.
Por el diario me enteré que Oscar Álvarez, Cacho, murió el 10 de diciembre pasado. Lo dice el diario pero yo no le creo. Seguramente emprendió una gira con amigos por otros escenarios.