Una experiencia aleccionante, removedora, que habla muy bien de la juventud que en este caso tiene como hilo conductor la presencia de Dios, como lo dicen ellos mismos, pero cuyos esfuerzos y dedicación están direccionados en ayudar al prójimo sin nada a cambio.
Se les conoce como los Castores, es la segunda vez que vienen a Mercedes y participan de la construcción de viviendas en cooperativas de ayuda mutua de FUCVAM que ya están en obra, dejando su huella.
Para conocer como piensan y qué les deja esta experiencia, @gesor dialogó con algunos de los 90 chicos y 18 coordinadores que estuvieron durante una semana en la capital de Soriano.
Florencia De Olea, comenzó contando, "somos un grupo de 500 jóvenes que nos vamos a un campamento que se llama Pachacutí, que consiste en ir en una semana a distintos lugares de diferentes puntos del Uruguay y ayudamos a grupos de Mevir, cooperativas de viviendas por ayuda mutua, capillas, escuelas, somos el movimiento Castores del Colegio Seminario de Montevideo, del Colegio ISASA, del Movimiento JMI, hay gente de Tacuarembó, San Javier, Estados Unidos, Chile, Argentina (Buenos Aires y Córdoba), la idea es formar grupos de 16 personas para fomentar el trabajo en equipo, la integración, y sobre todo compartir momentos con la gente de las cooperativas del lugar donde trabajamos, siempre nos recibieron bárbaro, darles una mano en horas que ellos no pueden cubrir por enfermedad, o cuidar de los hijos, para progresar y que avancen lo más posible en la construcción de sus casas, de pintar una capilla o lo que sea".
Florencia añade que las cooperativas "son las que más ayuda necesitan, porque es la construcción de vivienda, es fundamental para la vida de la familia, es un derecho básico que mucha gente no tiene, por eso es que vamos a cooperativas y grupos Mevir más que a capillas u otras obras".
Dice que ellos buscan "contagiar a los demás, a través del servicio, de las compartidas, nos hacemos conocer para ese efecto contagio por el servicio.
A través de Dios esto se hace tan especial, tantos jóvenes dando su tiempo y juntos por objetivos similares, con esa alegría que nos llena a todos".
Dice que se van "con pena, con ganas de más, es una semana en el año, pero también hacemos servicios los días sábados en Montevideo, estaría bueno que se pudiera repetir más veces estas experiencias, ayudamos mucho.
Es verdad que nos vamos con pena, porque generamos vínculos fuertes aunque haya sido una semana, pero con la gente de las cooperativas la relación es intensa, nos da pena el irnos y no ver la casa terminada".
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Mateo Suárez dice lo suyo, indicando que el sitio donde van a intervenir "es elegido al azar lo que vamos a hacer, por un grupo de coordinadores, nos enteramos en la misma mañana en que vamos al campamento, se pretende con un grupo mixto, mano de obra sin experiencia, que puede hacer trabajo de peón, así fue que hicimos pasamano de baldes, lo que ayudó a darle rapidez a la tarea, ahorrándose mucho tiempo".
Explicó algo más, "funcionamos como un banco de horas, a los lugares que vamos, cooperativas, grupos Mevir, el sistema de trabajo es con horas, se regula cuánto aporta cada persona en horas y nosotros vamos a apoyar a aquellas personas que tienen dificultades para cumplir con sus horas de trabajo, hacemos 16.000 horas en todo el campamento, sumando los diferentes lugares del país donde estamos, una vez al año es muy poco, pero a la vez requiere mucho presupuesto, y trabajo de nuestros colegios. Los del Seminario y los de ISASA de Montevideo, no nos sale plata el campamento porque los días anteriores hacemos colectas, pero los de Chile, Argentina, deben pagarse el viaje".
El grupo de Castores "va de 14, 15 a 17 y 18 años, son cuarto, quinto y sexto de liceo.
Tuve dos experiencia en este campamento Pachacutí, en la primera experiencia que fue en Mevir, la gente del lugar, que eran más obreros contratados estaban separados de nosotros, le pasábamos ladrillos, funcionamos como un obrero más, estuvo bueno porque conocí gente y amigos de mi Colegio, pero con los obreros no hubo tanto intercambio. En cambio este año que fue una cooperativa que es con la gente que está construyendo su propia casa, es totalmente distinto, hay un compromiso con esas personas, que están alegres de corazón, que vayamos a ayudarlos, siempre estamos intercambiando, hay una actitud positiva, buena onda y todos con ganas de ayudar, es lo mágico de este campamento. No es solo trabajar, lo más llena es conocer la gente, con intercambio de culturas".
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Sofía Scremini se sumó a la charla y contó, "a lo largo de los años, las cooperativas y Mevir nos reciben con los brazos abiertos, con ansias que lleguemos, con espíritu de comunidad de compartir, de enseñar y eso da ganas de seguir ayudando y promoviendo ello".
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A su lado estaba Valeria, que es colombiana, pero hace seis años que junto a su mamá se vinieron a vivir a Uruguay, "me parece una rica experiencia, la integración de gente de distintos lugares y edades, se puede reflexionar mucho acerca de todo lo que se hace y nos llevamos buenas experiencias".
Hizo referencia a que "cuando viví en Colombia nunca tuve la oportunidad de vivir estas experiencias de servicio, acá se me han abierto las puertas a muchas cosas, instancias de crecimiento personal y grupal, en las que no había participado antes".
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Sofía Rodríguez, muy activa en el diálogo expresó, "es la segunda vez que salgo, el año pasado fui a Paso de los Toros, la experiencia nos deja ver como el trabajo en equipo ayuda a lograr más que siendo menos, es una alegría que nos llena a todos, somos un movimiento religioso que sigue a Dios y encontrarnos en estos momentos es algo muy especial, nos deja una alegría que perdura, que no es momentánea, si no que llena el alma, nos hace sentir bien, trabajando como en la charla con las personas, es una alegría inmensa y agradecimiento a todas las personas que nos recibieron y cómo lo hicieron"
En cuanto a la juventud, "hay cosas buenas y malas como en todos los ámbitos, tanto en Montevideo como en el Interior, esta es una forma de demostrar que hay esperanza, que no toda la juventud ni la humanidad está perdida, que hay jóvenes que se preocupan por el prójimo y que dejan su tiempo con toda la alegría del mundo y lo hace porque en realidad quiere, eso es algo bueno, aunque sigue habiendo cosas malas, pero no se muestra tanto lo bueno que siempre hay. El campamento se llama Pachacutí, que significa el mundo al revés o dar vuelta el mundo, cambiando la perspectiva del mundo, hacer ver que la juventud no está siempre en cosas malas, no todo es así"
El hecho que haya acá jóvenes de Estados Unidos, Chile, Argentina, Uruguay "lo que nos mueve más allá de todo es Dios, una parte de una canción del campamento dice "aunque el frío queme tu calor me mueve", ese es el amor de Dios".