(Por Enrique Lécaille) El 15 de abril de 2016 la historia de la ciudad de Dolores se dividió en dos. A las 16:14 horas de aquella jornada un tornado de incalculable potencia borró gran parte del municipio. Este domingo hace un mes exactamente de aquella catástrofe que en sólo tres minutos ocasionó víctimas mortales, más de 200 heridos y que destruyó numerosas viviendas particulares, centros educativos y de salud, instituciones sociales, culturales y deportivas, oficinas públicas, instalaciones agroindustriales, edificios religiosos, medios de comunicación, varios locales comerciales y vehículos, entre otros daños materiales difíciles de cuantificar, además, por supuesto, de haber interrumpido el servicio de suministro de energía eléctrica y de comunicaciones telefónicas, sin mencionar, desde luego, el impacto sicológico en toda la sociedad. El desastre natural provocó una inmediata reacción del gobierno nacional y departamental con todos sus organismos, un intenso despliegue del Sistema Nacional de Emergencias (SINAE) y la admirable solidaridad de personas e instituciones de toda índole de distintos puntos del país y hasta del extranjero, con donaciones y cuadrillas de voluntarios que ayudaron a realizar las primeras labores de limpieza de las manzanas devastadas y de asistencia a los damnificados. Intensas precipitaciones que desbordaron el río San Salvador a pocas horas de sucedido el tornado, terminaron de complicar la situación.
Las manifestaciones de respaldo recibidas desde entonces han sido conmovedoras, admiten algunas de las familias damnificadas con las que tomara contacto el equipo periodístico de @gesor durante estas semanas posteriores a la tragedia.
Las autoridades coinciden en señalar que considerando la proporción de los daños materiales la reconstrucción de las edificaciones demandará un largo período y que se necesitará un intenso y serio trabajo de ayuda anímica y contención emocional por parte de profesionales para permitir una adecuada rehabilitación de todas aquellas personas que resultaron directamente afectadas por el tornado. La tragedia de Dolores no se soluciona con buenas intenciones, sino con acciones. Y en ese desafío hay mucha gente trabajando.
Es difícil saber cuánto falta para poder ver completamente normalizada la vida social de la ciudad, pero es indudable que, más allá de los aciertos o errores que puedan adjudicarse a quienes han tomado las riendas de los operativos de reconstrucción, Dolores está demostrando ser la población valerosa de siempre, que no se detiene jamás ante las adversidades. Fieles a sus características -de gente laboriosa y emprendedora-, sus habitantes están empezando a caminar hacia el renacimiento de su golpeada localidad, tan llena de historia y de logros. Pero más allá de esa verdad proverbial, es indudable también que la reconstrucción de Dolores es tarea de todos.