En 1969, en este cuartel estuvieron militarizados los trabajadores de la banca pública y privada de Mercedes.
Entre el 21 de febrero y los primeros día de marzo de 1972 fueron detenidos una veintena de jóvenes, 14 varones y 6 mujeres que estuvieron unos días en jefatura y luego fueron trasladados a este lugar. El promedio de edad: 23 años.
En abril del mismo año, con el pretexto de encontrar a los responsables de un atentado, dos barrios de nuestra ciudad: el Treinta y Tres y el Palo Alta sufrieron una dura represión con presencia de muchos vehículos militares, allanamientos masivos y la detención de decenas de vecinos (la mayoría muy jóvenes) que fueron interrogados y torturados aquí, en dependencias del Cuartel General Luna.
Un vecino muy conocido: el Bigote Laurenzi, terminó en el hospital a causa de la golpiza recibida. Otro personaje popular de la época: Girato, falleció en el hospital después de la tortura.
Entre fines de abril y el 27 de junio de 1973, fueron detenidas alrededor de 40 personas por parte del Batallón de Infantería número 5, que funcionaba en este lugar.
Surge por lo tanto la pregunta de: ¿por qué ocurrió todo ésto en aquel momento?
Ocurrió como parte de los preparativos del propio golpe de estado.
La dictadura ya se venía gestando desde hacía un tiempo, con un presidente que gobernaba por decreto y con medidas prontas de seguridad.
La disolución del parlamento no fue un rayo sorpresivo en un cielo sereno; muy por el contrario fue la coronación de un proceso anterior.
El pueblo uruguayo se organizaba de diversas maneras para enfrentar el malón fascista.
Los golpistas sabía qué sectores sociales ofrecían mayores resistencias al quiebre institucional.
La composición de aquel grupo de 40 coterráneos, duramente reprimidos en el Cuartel, resulta muy ilustrativa al respecto. Eran 5 remolacheros o “peludos de la remolacha” (como se los llamaba en esa época), 5 obreros papeleros, 4 maestros, un periodista, alrededor de 10 estudiantes, 2 trabajadores de UTE, 2 o 3 empleados de comercio, 1 ferroviario, 1 bancario, 1 obrero de Arinsa, 1 enfermero. Toda gente de entre 16 y 35 años.
Ya estaban detenidos aquí varios militantes oriundos de Juan Lacaze: obreros de la textil y el médico de la policlínica sindical.
Parte de la estrategia de la represión era, precisamente, trasladar a la gente para interrogarla y torturarla en otro lugar que no fuera el de su residencia, para aumentar la incertidumbre y el aislamiento.
Pasó por este cuartel Juan Pablo Recagno, hijo de una de las referentes de Madres y Familiares: Luz Ibarburu.
En durísimas condiciones de reclusión, estuvo aquí Chela Fontora, de Bella Unión, militante de UTAA y de las marchas cañeras.
Aquí también estuvo presa la entrañable Luisa Cuesta, madre del detenido-desaparecido Nebio Melo.
Algunos fueron procesados por la justicia militar y llevados al Penal de Libertad. Varios siguieron su recorrido en otros cuarteles. Otros fueron liberados, pero con libertad vigilada; durante meses y meses se tenían que presentar semanalmente, pasando por plantones totalmente arbitrarios. Algunos fueron posteriormente desaparecidos, como Ricardo Blanco y Juan Pablo Recagno. Otros consigueron irse; varios a la Argentina.
Todavía no sabemos con exactitud cuánta gente pasó por este cuartel. Sin contar a los bancarios militarizados, la cuenta primaria nos da entre 130 y 140 personas que fueron detenidas entre 1972 y 1974.
Entre febrero y junio de 1975 hubo otra caída. Otra vez gente joven: obreros y estudiantes.
Otra vez una feroz y sistemática secuencia de torturas. El objetivo era destruir la resistencia a la dictadura, infundiendo el terror en la población.
A comienzos de 1978 se desató una nueva represión, con la detención de varios mercedarios.
Fueron detenidos en la calle y trasladados a este cuartel, donde a sus familiares les decían que buscaran en otro lado porque aquí no estaban. Estuvieron desaparecidos. Fueron salvajemente torturados e interrogados acerca de la detención de otros uruguayos en Argentina.
Todo esto muestra que el Batallón de Infantería número 5, también fue parte de la coordinación del plan Cóndor.
Algunas compañeras dieron a luz a sus hijos mientras estaban recluidas en este cuartel; sus familias venían varias veces al día a traer los bebés para que sus madres los amamantaran.
Sufrían las personas que estaban presas, pero también los familiares. Esos que estuvieron siempre presentes: sin saber de sus seres queridos, soportando órdenes arbitrarias y plantones ante cada gestión, recibiendo ropa en pésimas condiciones como evidencia de las torturas, trayendo el paquete, criando niños, viniendo a la visita, haciendo el periplo de los cuarteles, conteniendo y también resistiendo en la “cárcel de afuera” en que se convirtió nuestro país (con presos, destituidos y exiliados).
Depende de nosotros. Tenemos mucho para contar, nos queda mucho aún por saber de lo que ocurrió en este lugar. Somos conscientes de que la lucha contra la impunidad no se agota con unas pocas sanciones penales ni con las insuficientes, y algunas veces contradictorias, condenas políticas. Trabajemos juntos para que nuestra sociedad haga de la cultura de la verdad uno de los fundamentos de su construcción.
Toda persona, y la sociedad en su conjunto, tiene derecho a conocer la verdad íntegra, completa y pública sobre los hechos ocurridos, sus circunstancias específicas y quiénes participaron en ellos. Esto forma parte del derecho a reparación por violaciones a los derechos humanos y de las garantías de no repetición, con el objetivo de prevenir futuras violaciones.
Unámonos en busca de justicia porque ella es el valor opuesto a la impunidad jurídica.
Sabemos que el Batallón 5 de Infantería del Ejército Nacional, fue parte de un plan de represión y tortura que se desplegó a lo largo y ancho del país y de América Latina. Plan sistemático de aplicación del Terrorismo de Estado, con el objetivo de imponer las dictaduras cívico-militares que asolaron nuestros países durante décadas.
¡Nunca más asesinato político, desaparición forzada, ni tortura, a nadie, en nombre de nada!