15 de June del 2015 a las 22:40 -
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Aplicar la Ley 17.951
Para erradicar la violencia en el deporte, instó la Edila Alba Bonino al intervenir en la media hora previa de la Junta Departamental de Soriano.

Es de vital importancia para intentar establecer mecanismos de control y prevención de la violencia” dijo la Edila Alba Bonino (Frente Amplio) al referirse a los hechos de violencia suscitados en el partido clásico entre Nacional y Peñarol, y las situaciones violentas que se produjeron también en Mercedes.

Hoy me voy a referir al Deporte, sus valores y la violencia generada en torno a él.

El Deporte es un instrumento de desarrollo social, vinculado de forma inmediata al bienestar y la salud de la población, como también a los valores de la autosuperación, lealtad en la competencia, reconocimiento del mérito, solidaridad, igualdad de oportunidades y lucha contra la discriminación.

Preocupa y mucho, que cada vez con más frecuencia, algunas actitudes y conductas parecen alejarse de estos objetivos y valores, de su cumplimiento y promoción; cuando se piensan, se viven y se sufren reiteradas situaciones de violencia, como la suscitada ayer, en el marco del Campeonato uruguayo de fútbol.

Ayer, cuando ya finalizaba el partido entre Nacional y Peñarol, se vivieron momentos muy tristes para nuestro más popular deporte, donde la actitud violenta de unos pocos, lamentablemente una vez más, empañó lo que debió ser una verdadera fiesta deportiva, la fiesta del esfuerzo colectivo y la competencia sana.

Penosos incidentes que se sucedieron no sólo en la capital del país, con actos graves de vandalismo, repudiables, en el Estadio Centenario, sino también en nuestro departamento, en la típica esquina “Manya”, en calles Artigas y Ferrería de la ciudad de Mercedes. Según informes de prensa del departamento, hechos lamentables protagonizados por hombres, mujeres, jóvenes y adultos, propinando insultos y agravios a quienes pasaban por el lugar, arrojando piedras y botellas a los efectivos policiales que intentaban restablecer el orden y a los vecinos que pedían calma.

Graves disturbios y perjuicios, acá y allá, que dan por tierra e intentan destruir los valores que el deporte tiende a fomentar; prácticas que se fortalecen negativamente de la mano de quienes pretenden instaurar la violencia como algo natural en los eventos deportivos.

Nadie, ni las instituciones, ni los simpatizantes de uno u otro equipo, ni los miles de espectadores que se encontraban en la cancha o en sus hogares, disfrutando del evento, más allá de los resultados, merecían tan lamentable espectáculo, que opaca, que arruina todo festejo.

Desde hace unos años, las conductas agresivas y los comportamientos violentos ya han trascendido los escenarios deportivos de modo tal que los enfrentamientos entre hinchadas se verifican en las afueras de los estadios, luego se extendieron a los alrededores y últimamente ocurren en cualquier punto de la ciudad y al margen de los partidos, es decir lejos de la efervescencia generada por una disputa futbolística concreta.

Nuestro país cuenta, desde enero de 2006, con la Ley 17.951 de “Prevención, control y erradicación de la violencia en el deporte” que establece en el artículo 1°: “Se entiende por violencia en el deporte toda conducta agresiva, de hecho o de palabra, dirigida contra el público en general, participantes o autoridades organizativas de un espectáculo deportivo, producido antes, durante o después del espectáculo que tiende a perturbar su normal desarrollo o incidir en el resultado por medio de la coacción física o verbal. Se incluye, asimismo, la conducta de tales características producida en las inmediaciones del escenario y como consecuencia de la celebración del evento deportivo”.

Más allá de este contexto, debemos comenzar a pensar en la VIOLENCIA a secas, sin distinción de clases sociales ni vinculadas a la adhesión a un club o a otro. Es la violencia humana que aflora en el momento menos pensado como respuesta ante cualquier detonante.

La Humanidad lleva unos cuantos milenios de civilización, de progreso científico y tecnológico y de avances innegables en la convivencia social.

Sin embargo, el ser humano sigue siendo rehén de sus instintos primitivos que habitan en su interior coexistiendo con los valores superiores.

Es de vital importancia para intentar establecer mecanismos de control y prevención de la violencia, poner el acento en la violencia intrafamiliar, porque la relación social primaria se establece en la familia y es precisamente en la niñez donde a través de los vínculos parentales se trasmiten todos aquellos valores que servirán al individuo en su futuro para una debida adaptación a la sociedad, dando esto como resultado personas capaces de respetar los derechos de cualquier ser humano.

La Educación debe ser el principal motor del cambio social, capaz de transformar a las personas y a la sociedad.

Pero esta educación en valores no sólo depende de un único ámbito, es imprescindible la implicancia de otros sectores en la búsqueda de una acción conjunta en pro de la educación. Resulta necesario conjugar el esfuerzo y la actuación de múltiples disciplinas, organismos e instituciones, la familia, la escuela, las organizaciones sociales, la Policía, los medios de comunicación, los dirigentes deportivos, el sistema político y el Estado, entre otros.

 

 

 

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